Escribir me permite expresar lo que siento y, así, de la nada, aparece una frase que para mi mente, coge la batuta y la fuerza a seguir su compás hasta dar por terminado el poema.
En este caso, ha sido pura experiencia, no mía, sino prestada de una persona muy cercana, que ya ha inspirado otros poemas anteriores.
Mi poesía puede ser muchas cosas, pero lo que la define es el capricho.
Flores de azucena,
prados de jazmín;
ojos llenos de pena,
recuerdos con olor a ti.
Sonrisas delicadas
frágiles como cristal,
personas malintencionadas,
infancia de malestar.
¿Qué diferencia habrá
entre lo ficticio y lo real?
e incluso, si es que las hay,
¿las sabrás diferenciar?