Emotivo poema dedicado a Azorín, y por extensión a la Generación del 98, que consigue plasmar el espíritu que les acuciaba a luchar por el renacimiento de su patria en un momento de depresión colectiva, y todo ello de una forma escueta y hermosa.
Eran jóvenes; avanzaron
Derechamente a la morada,
castillo y polvo de granito
con todo el mar en retirada.
Eran jóvenes; con las manos
del que aún es ciego y no se engaña
tantearon bajo la hiedra
el quebranto de la muralla.
Eran jóvenes; con piquetas
de las que minan hacia el alba
iban probando el arnés huero,
la nave rota, el caz sin agua.
Golpeaban como perdidos
hasta el umbral de las entrañas.
Donde la herrumbre les cedía
empujaban la voz. Nombraban:
Tormes, Manrique, Melibea,
Guadarrama, Miguel, España,
Librando carne tierna y rosa,
árbol en flor y fuente clara.
En libertad airadamente,
la libertad les habitaba,
haciendo al hombre verdadero
de luz eterna ensimismada.
De libertad hasta los huesos
su clamorosa bocanada
oreaba la vasta ruina
como el rumor de una campana.
Eran jóvenes; el naufragio
de gleba pobre y alma vana
les embota sordamente
la voz vibrante y solitaria.
Pero volvían obstinados
con recreante brisa al alba
silabeando España, siéndola
de libertad y de mañana.
Eran jóvenes; los más jóvenes
ya van subiendo hacia sus canas
y todavía hacia un castillo
con todo el mar en retirada.
Eran jóvenes y os repiten
-Tú lo confirmas cuando aguardas-
porque es verdad, y todavía,
la tierra, el pueblo y la mañana.
Dionisio Ridruejo.
Menaje a Azorín, en su generación.
Carpe diem.
Sergio.